viernes, 17 de febrero de 2012

LA RELACIÓN DE LA NUTRICIÓN Y LA CAPACIDAD INTELECTUAL

Por el Dr. Héctor E. Solórzano del Río.
Presidente de la Sociedad Medica de Investigaciones Enzimáticas, A.C.

A causa de que nuestro organismo está formado enteramente de agua y nutrientes, es muy lógico concluir que un suministro óptimo de nutrientes nos llevará a un crecimiento, formación y funcionamiento mejorados de cada órgano en nuestros organismos, incluyendo nuestro cerebro. Uno no pensaría necesario conducir ensayos grandes para probar este punto, pero se han gastado varias decenas de millones de dólares a través de los años para apoyar ensayos que demuestran que los bebés amamantados están mejor alimentados que aquellos que ingieren leche de soya, leche de vaca u otras fórmulas.

Un ensayo en humanos que prueba lo obvio, fue publicado en últimas fechas (Lucas A, Randomized trial of early diet in preterm babies and later intelligence quotient, BMJ 1998;317:1981-1987) en relación con la alimentación durante el desarrollo cerebral. Sin embargo, algunos de los resultados fueron tan asombrosos que deberían de enseñarse en la clase de educación de la salud en todas las escuelas.

Algunas de las conclusiones de varios ensayos, las enumero a continuación:

En un ensayo randomizado de alimentación temprana en bebés pretérmino, aquellos que fueron alimentados en forma estándar más bien que con una fórmula de pretérmino enriquecida tuvieron calificaciones del coeficiente intelectual verbal reducidas a los 8 años, al menos en el caso de los varones.

La alimentación subóptima durante los períodos sensibles en el desarrollo temprano del cerebro seguramente tiene efectos a largo plazo sobre la función cognoscitiva.

Es fácil deducir que es indispensable evitar una mala alimentación en los bebés pretérmino enfermos para optimizar los resultados de su desarrollo neurológico.

Quiero mencionar que en varios análisis exploratorios en niños de ambos sexos, el coeficiente intelectual debajo de 85 y la parálisis cerebral fueron más prevalecientes en el grupo alimentado con la fórmula estándar.

Nuestros datos señalan la vulnerabilidad potencial del cerebro humano a la nutrición subóptima en los primeros años de la vida.
Aparte de tener un resultado predecible y de esta manera ser algo superfluo, el ensayo fue de la mejor clase conocida, randomizado, doble ciego y prospectivo. El estudio duró casi diez años. Más de 400 bebés nacidos pretérmino y pesando menos de 1,850 gramos, fueron alistados en el ensayo y 360 de ellos fueron revisados en su capacidad intelectual a los 8 años de edad.

Un resultado que no pudo haber sido predicho, fue una diferencia en el sexo bastante mayor en la respuesta. A los varones que se les dio la fórmula enriquecida tuvieron 12.2 puntos de ventaja en el capacidad intelectual verbal comparado con los varones a los que se les dio la fórmula estándar. Los varones que recibieron las cantidades más altas de la fórmula enriquecida tuvieron 14.4 puntos de ventaja en el coeficiente intelectual verbal.

Debo aclarar que la realidad es que la diferencia entre las fórmulas estándares y las fórmulas enriquecidas es en cantidades muy pequeñas. Esta diferencia – increíblemente -- es en microgramos. Es sorprendente que diferencias tan mínimas como estas, casi siempre en los elementos traza puedan tener tal impacto y producir una diferencia permanente, notable y de por vida de la capacidad intelectual.

Puedo afirmar que los científicos casi siempre estamos de acuerdo en que a la edad de 8 años, la capacidad intelectual es casi la misma que tendremos durante todo el resto de nuestra vida.

En la literatura médica, hay otros ensayos en los que se investigó la leche materna versus la leche de fórmula y el capacidad intelectual. Dentro de su resumen los científicos señalan que hay controversia considerable sobre si la alimentación en la vida temprana tiene una influencia a largo plazo en el desarrollo neurológico.

Estos científicos procedieron entonces a demostrar lo que es muy obvio: se evaluó la capacidad intelectual de 300 niños con una versión abreviada de la Escala de Inteligencia de Weschler. La conclusión es fácil de prever. Los niños que habían consumido leche materna en las semanas temprana de la vida tuvieron una capacidad intelectual significativamente más alta (de los 7 a los 8 años de edad) que aquellos que no recibieron leche materna. Una ventaja de 8.3 puntos del coeficiente intelectual permaneció aún después de ajustar las diferencias entre los grupos en la educación de la madre y la clase social.

Uno de los puntos que enfatizaron los científicos es que la leche materna les fue suministrada a estos bebés pretérmino a través de una sonda. Aparentemente este hecho excluye un efecto psicológico del amamantamiento sobre la capacidad intelectual.

De acuerdo a las conclusiones de los científicos, sucede algo que estoy seguro que cualquier persona puede predecir. Se encontró una relación respuesta-dosis entre la proporción de la leche materna en la dieta y la capacidad intelectual subsecuente. Todos estos datos señalan un efecto benéfico de la leche materna sobre el desarrollo neurológico.

Desde hace tiempo se sabe que durante la gestación, el cerebro fetal puede crecer hasta 250,000 células nerviosas por minuto y con el tiempo llegar a producir alrededor de 100,000 millones de neuronas.

Todo mundo sabe que la leche materna es la forma más adecuada de alimentación para el desarrollo cerebral del bebé. Esta formidable leche contiene un conjunto diverso de ácidos grasos incluyendo el ácido alfalinolénico, el ácido gamalinolénico, el ácido araquidónico y el ácido docosaheaxaenóico. Los bebés alimentados del pecho materno, cuando se comparan con los bebés alimentados con fórmula, parece que desarrollan una mejor agudeza visual, una capacidad intelectual más alta y lo más probable es que pueden hasta estar protegidos contra problemas mentales posteriores en la vida (Innis, S. Essential fatty acids requirements in human nutrition. Can J Physiol Pharmacol 1993;71(1):699-706) 12, 13). A pesar de que la leche materna es superior a la fórmula, se ha visto que muchos bebés alimentados del pecho pueden estar obteniendo cantidades inconvenientes de los ácidos grasos esenciales.
La ciencia médica nos enseña que en los seres humanos, el así llamado momento crítico en el crecimiento del cerebro es entre el tercer trimestre y los 2 años después del nacimiento. Si la estructura del cerebro cambia, la función del cerebro cambia.

Puedo decir en palabras sencillas que la importancia de los ácidos grasos esenciales (Holman, RT, Johnson SB, Ogburn PL. Deficiency of essential fatty acids and membrane fluidity during pregnancy and lactation. Proc Nat Acad Scie, 1991;88:4835-4839) se puede sintetizar en que el mejor momento para empezar a suministrar los ácidos grasos es antes de la concepción y que el cerebro normal no puede ser hecho sin estos ácidos grasos, especialmente el ácido docosahexaenóico y no puede haber una oportunidad posterior para subsanar los efectos de la insuficiencia de ácidos grasos esenciales una vez que el sistema nervioso esté formado.

Cabe mencionar que uno de los ácidos grasos esenciales es el ácido docosahexaenóico, el cual está más concentrado en nuestro cerebro y en el sistema nervioso. Su concentración más alta está en las partes del cerebro que demandan un alto grado de actividad eléctrica. El ácido docosahexaenóico es un ácido graso esencial muy largo, eléctricamente activo. Sus 6 dobles enlaces le dan una forma curvada individual que provee para una membrana celular nerviosa fluida y flexible. Aparentemente otros ácidos grasos esenciales no comparten estas propiedades únicas del ácido docosahexaenóico. Los aspectos espaciales del ácido docosahexaenóico retienen a los receptores en su lugar dentro de las membranas celulares nerviosas. El enlace adecuado de los neurotransmisores con los receptores, es fundamental para la comunicación nerviosa óptima.

Por otro lado, uno de los lugares donde encontramos las concentraciones más altas de ácido docosahexaenóico en el organismo es la corteza cerebral. Todos sabemos que la corteza cerebral es la capa exterior densa del cerebro con células ricas en ácido docosahexaenóico. Nuestro cerebro es muy especial y magnífico. Sabemos que se compone de 60% de lípidos y tiene una tasa muy alta de gasto de energía. El consumo de energía produce los peligrosos radicales libres que suelen dañar a las sensibles membranas celulares.

Gracias a la literatura científica, sabemos que desde hace algunos años, estudios antropológicos sobre el amamantamiento descubrieron que en las sociedades primitivas sin acceso a las fórmulas modernas para los bebés, la edad promedio del destete final era a los dos años y medio de edad. Las madres primitivas hicieron un trabajo mucho mejor en optimizar los puntos de la capacidad intelectual de sus hijos que las mujeres modernas, civilizadas. La mayoría de las mamás actualmente destetan a sus hijos antes del año de edad. Esto es muy importante ya que significa que todavía falta un año para que pase el momento crítico para el desarrollo del cerebro (Innis S., Nelson C, Rioux M, Kiing D. Development of visual acuity in relation to plasma and erythrocytic omega-6 and omega-3 fatty acids in healthy term gestation infants. Am J Clin Nutr 1994;60(3):347-52)

Quiero recalcar que la simple modificación en la estructura de un ácido graso tal influencia profunda sobre la función del cerebro como para afectar el espectro del comportamiento y las funciones en las que está involucrado el cerebro. En esencia, tiene el poder de cambiar quiénes somos..

Por último y como buena noticia quiero mencionar que aquellas madres que por alguna razón no pueden o no pudieron amamantar a sus bebés, tienen afortunadamente la opción de recurrir a la complementación nutricional oral con perlas de ácidos grasos esenciales como apoyo nutricional para sus hijos y así evitar en lo más posible, una alteración en su desarrollo neurológico. Entre más temprano se empiece, mejor.

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